¿Qué es lo que realmente te alimenta en la vida?

Tómate un momento para pensar en las cosas que hacen que tu día tenga sentido y lo disfrutes realmente. Quizá el tiempo que compartes con tus amigos y familiares, o la satisfacción del logro en tu trabajo, o el tiempo en que realizas una actividad física…


¿Sabías que nos alimentamos, no sólo de comida, sino de la energía que hay en nuestras vidas?


Todo lo que se considera como fuente de nutrición (proteínas, carbohidratos, grasas) es en realidad una fuente secundaria de alimentación. Son las cosas fuera de nuestro plato como relaciones sanas, actividad física regular, contacto con la naturaleza y con el Ser Supremo, el desarrollo exitoso de nuestra profesión, las que realmente llenan nuestra alma y satisfacen nuestra hambre de vida.


Piensa en aquellos episodios de tu vida, como cuando estabas trabajando en un proyecto muy importante e interesante, donde te sentías confiada, satisfecha y plena. El tiempo se pasaba volando, y las horas de comida y sueño eran irrelevantes. O recuerda cuando eras niña, mientras jugabas y te divertías, tu mamá te llamaba para comer pero no sentías hambre, porque la pasión por el juego lo llenaba todo.


Estos son los momentos y experiencias que demuestran que todo es alimento. Tenemos hambre de jugar, de amar y ser amadas, de tener intimidad, de éxito, de alcanzar las metas que nos proponemos, de expresarnos, de aventura, de espiritualidad. Cuando estas fuentes primarias de alimento fallan o están desequilibradas, sin darnos cuenta muchas veces tratamos de sustituirlas con fuentes secundarias de alimento para aliviar o suprimir esa hambre. Las consecuencias de ello, puede redundar en ganancia de peso, o en casos más serios obesidad, hipertensión, diabetes, enfermedades cardíacas y cáncer. Asimismo muchas experimentan frustración, rabia, decepción, tristeza, soledad y depresión.


Estas condiciones y emociones son llamados de auxilio de la necesidad que tiene el individuo de fuentes primarias de alimento, pero en vez de procurarnos lo que realmente necesitamos, acudimos a la comida. El problema es que ese sustituto no funciona y por ello nunca será suficiente para satisfacer nuestra hambre, cayendo en un círculo vicioso.


A todas nos ha pasado, acudir al helado, chocolate, papas fritas, cuando estamos tristes o aburridas. Y este es uno de los problemas más grandes que existen hoy en día, la gente atribuye sus antojos al hambre, cuando muchas veces lo que realmente necesitan es nutrición emocional. El estrés crea tensión en el cuerpo así que a veces tratamos de aliviar esos síntomas con alcohol o dulces. Desafortunadamente, se produce el efecto contrario, añadimos más tensión a nuestro organismo.


La próxima vez que tengas un antojo, pregúntate qué es lo que necesitas realmente. Ten presente que el hambre emocional no se trata sólo de la comida, sino de la emoción que la comida produce en ti.