La naturaleza no es algo ajeno a ti.
Con la onda “verde” que vivimos actualmente, pareciera estar claro el mensaje que recibimos constantemente: la salvación de la humanidad depende de que nos reconciliemos con la naturaleza. Esto abarca muchos aspectos, desde cómo y dónde vivimos, cómo nos vestimos, cómo trabajamos, las actividades que realizamos como esparcimiento, hasta lo que comemos.
Cada vez más estudios científicos nos hablan de cómo el estrés y los alimentos procesados conducen a problemas hormonales y metabólicos que desencadenan numerosas enfermedades, incluyendo la obesidad.
Para los que vivimos en la ciudad, el reto pareciera ser aún mayor.
¿Cómo me reconcilio con la naturaleza?
¿Cómo puedo mantenerme sana en medio de una selva de concreto?
Hay dos frases, célebres para mi, que circulan en las redes:
“Evita cualquier comida que tenga un comercial de TV” - Autor desconocido
“No comas nada que tu bisabuela no reconocería como comida” - Michael Pollan
Piensa por un momento.
¿Cuándo has visto una publicidad que anuncie brócoli, manzanas o pescado fresco?
Muchos anuncios que vemos son de productos procesados que contienen grasas trans, conservantes, colorantes y demás aditivos químicos. De ahí la importancia de leer las etiquetas para saber qué estamos comprando.
Por otro lado, en tiempos de nuestras bisabuelas, existían muy pocos productos procesados (o dependiendo de tu edad quizá ninguno), y los que había no contenían los aditivos que les añaden hoy en día para hacerlos más duraderos y atractivos con el objeto de vender, pero en detrimento de la nutrición y la salud del consumidor.
Entonces, ¿qué hacer para vivir en salud y con el peso adecuado a nuestra edad y condición física?
Acércate a la cocina: No se trata de que seas una esclava de la cocina, pero preparar tus propios alimentos es la mejor vía para alcanzar la salud. Cuando tú cocinas manejas la cantidad y calidad de los ingredientes y lo más importante, le imprimes TU energía. Empieza de a poco.
Evita alimentos que contengan más de 5 ingredientes (o ingredientes que no sepas qué son): Si tú no los reconoces, tu estómago, hígado y riñones tampoco. Así que ama a tus órganos y ayúdalos disminuyendo la carga tóxica.
Cuando vayas al supermercado, antes de pagar, detente un momento y observa tu carrito de compras: ¿Qué es lo que predomina? ¿Vegetales, frutas, proteínas sanas… o cajitas y paquetes? Procura que los productos de primera fuente, es decir, los que no han pasado por una fábrica, prevalezcan sobre los procesados.
Conecta con la naturaleza cada día: Está muy bien ir al parque, la playa o la montaña los fines de semana o en vacaciones, es maravilloso para reconectarnos con la madre tierra y drenar toxinas físicas y emocionales. ¿Pero qué pasa en nuestro día a día? Es necesario cada día conectar con el sol y el aire, estar fuera de nuestras cuatro paredes, conectar lo más posible con la luz natural que regula nuestro reloj interno, nuestros ciclos y nuestras hormonas.
Baja el ritmo: Cuando te encuentres estresada y apurada, pregúntate si es necesario apurarse, o simplemente es un hábito que deberías romper. Practica bajar el ritmo dejando a otros pasar en la fila del banco, o en el tráfico. Usa ese tiempo extra para respirar profundo y sonreír. Te sentirás mejor, y los que están a tu alrededor también.
Volviendo a lo natural nuestro cuerpo funcionará mejor, retomará su rumbo, podrá recibir mejor lo que le damos y eliminar lo que no le sirve, ayudándonos así a alcanzar la verdadera salud.
Tú eres parte de la naturaleza y ella está en ti.
Cuéntame, ¿cómo conectas con TU naturaleza?